Un hecho dos miradas, las elecciones en Estados Unidos. Análisis de Adriana Rossi y Mariano Ciafardini
Trump fue electo presidente haciéndose eco del malestar que recorre los Estados Unidos y otros países del mundo, generado por un modelo excluyente, al que las sociedades reaccionan con un giro tendiente a la extrema derecha. Su proyecto a contramano de la globalización plantea escenarios tan complejos y críticos a nivel internacional como el actual que hubiese tenido un seguimiento en caso de victoria de Hillary Clinton.
Ganó Donald Trump. Ganó con menos votos respecto a Hillary Clinton, pero por la peculiar modalidad de las elecciones indirectas, juntó a un número superior de Grandes Electores que lo ratificarán como presidente.
Iniciará su mandato a partir del 20 de enero del 2017, a pesar de las manifestaciones de protestas al grito “No es mi presidente”, desperdigadas por el territorio nacional, y a pesar de los más de 4 millones de firmas de ciudadanos que instan a los Grandes Electores a no votar por él el 19 de diciembre, algo que difícilmente suceda[i].
La llegada de Trump abre un sin fin de interrogantes en lo referente a los escenarios nacional e internacional y se percibe como una ruptura en la continuidad de la política de los Estados Unidos, que a pesar de las diferencias entre republicanos y demócratas seguía un rumbo bien definido y de alguna forma previsible. Las promesas del presidente, que para algunos eran sólo parte de una pirotecnia electoral, darían un vuelco al mundo que conocemos en caso de cumplirse.
El nuevo gobierno
Trump está formando su gabinete y eligiendo a sus asesores. El sello es de un conservadurismo puro y duro. Será jefe de gabinete Reince Priebus, el criticado líder del Comité Nacional Republicano, que apoyó a Trump desde el comienzo. Mike Pompeo será el nuevo director de la CIA, opositor al cierre de Guantánamo y acusado de islamofobia. Al Ministerio de Justicia irá Jeff Session, partidario de la construcción del muro en la frontera con México, contrario a la regularización de los inmigrantes ilegales y al matrimonio igualitario. Por acusaciones en su contra de discriminación racial, le fue negado el nombramiento a juez federal en 1986. A la Secretaría de Vivienda y Desarrollo Urbano irá Ben Carson, primer integrante afroamericano del gabinete. Neurocirujano famoso, cuyas declaraciones de campaña sobre homosexualidad, Holocausto, esclavitud y armas han sido muy polémicas, no cree en la evolución de las especies y estima necesario revalorizar las raíces cristianas de la población[ii].
De los asesores que trabajarán codo a codo con el presidente y cuyas opiniones van a tener un peso en las decisiones que él pueda tomar, el más cuestionado es Steve Bannon, fundador y ex presidente de Breitbart News, sitio en internet de difusión del nacionalismo blanco[iii]. Shannon será el jefe de estrategia política nacional e internacional. En su contra se han declarado instituciones islámicas y judías que lo acusan de posiciones racistas.
De los asuntos de seguridad nacional se ocupará Michael Flynn, general retirado a quien se le atribuye la muy cuestionada frase “el miedo a los musulmanes es racional”.
El avance de la derecha
La victoria de Trump sorprende, aunque no debería. El descontento, la desazón avanzan en las sociedades sometidas a un modelo de economía y sociedad neoliberal y globalizado, que según sus pregoneros debería haber abierto las puertas del paraíso. En cambio abrió la puerta de más de un infierno, el infierno de la pérdida de empleo y su precarización, de la pérdida de la vivienda, del estatus; el infierno de la fragilidad económica y psicológica, del irrespeto a la dignidad de las personas devenidas en números que pueblan estadísticas, de la destrucción de valores y culturas, de las guerras y caos de sociedades e individuos cada vez más solos, más aislados, culpabilizados de sus fracasos.
Sobre ese desasosiegose monta y cabalga una extrema derecha rampante, que contrapone a una globalización impuesta por poderes ajenos y voraces, el rescate de los antiguos “valores”, de la identidad nacional en sentido nacionalista y excluyente, que encuentra chivos expiatorios a los que culpar por todas esas pérdidas y sueña con volver a la grandeza y orgullo de antaño. “Make America great again” es un lema que muchos quisieran adaptar y traducir a sus propios idiomas.
Los ejemplos no faltan. En Hungría el primer ministro Viktor Orbánapela, como Carson, a la identidad cristiana, base de la civilización de su pueblo. En Francia, Marine Le Pen del Frente Nacional insiste en el rescate de los valores republicanos a restaurarse a partir de la escuela que debe formar “franceses” sin extranjerismos. En Rusia, Vladimir Zhirinovsky, el líder y fundador del Partido Liberal Demócrata de Rusia, que en las últimas elecciones obtuvo el 13,3% de los votos, casi a la par del Partido Comunista (13,5%), habla de recuperar Alaska, volver a fijar las fronteras que tenía la Unión Soviética y echar a los inmigrantes.
En número cada vez mayor la gente adhiere a estas propuestas peligrosamente regresivas, a falta, posiblemente, de otras más progresistas y convincentes.
Trump descree de la globalización, así como los ingleses que votaron por el Brexit y como muchos europeos que ven en la Unión Europea, ya no una mancomunidad de pueblos, sino una sociedad de bancos y donde algunos países son “más iguales” que otros e imponen su voluntad a los demás.
Los muros
En esta retórica de grandeza, de identidad y seguridad, puestas en peligro por lo “diferentes” por color de piel, idioma, religión, depositarios del mal, que roban trabajo, que crean dificultades de convivencia, que ofenden con su sola presencia, se multiplican los muros y las vallas. Son las vallas de las fronteras entre Macedonia y Grecia, entre Serbia y Hungría, entre Bulgaria y sus vecinos del sur, para parar el flujo de fugitivos de las guerras de Siria, Irak y Afganistán. Es el muro en construcción de la que fue la“Jungla” de Calais en Francia, asentamiento inhumano de refugiados en búsqueda desesperada para llegar a territorio inglés. Serán el muro y las vallas que cerrarán por completo la frontera entre Estados Unidos y México, a menos que no se encuentre una solución alternativa, que los correligionarios de Trump quieren sugerir al presidente. Y serán los muros invisibles del hostigamiento y la segregación.
El todo condimentado por los proyectos de expulsión, sea de fundamentalistas extranjeros, como propone Marine Le Pen, sea de ilegales con antecedentes penales, como propone Trump. Los ilegales a deportar serían unos 2-3 millones, en lugar de los 11 millones, como prometido en campaña.
Los muros sin embargo ya existían, no son producto sólo de la era Trump, ni siquiera las deportaciones. Vienen de lejos, pero bajo un mismo signo, el de los republicanos. En los Estados Unidos en ocho años de administración Bush fueron deportados 2,01 millones de personas. Con el demócrata Obama, hasta el 2015, los expulsados fueron 2,8 millones. El presidente no logró en el Congreso dominado por los republicanos, la aprobación de la reforma a la ley migratoria, que hubiese legalizado a la totalidad de los “sin papeles”[iv].
La globalización
Reconstruir desde adentro, reactivar el sector industrial y minero, crear puestos de trabajo, éstas las consignas de Trump. Obligar a relocalizarse a las empresas que delocalizaron sus industrias y oficinas fuera de las fronteras en busca de mano de obra a bajo costo, so pena de pagar aranceles de importación de un 35%, que gravarían sobre todos los productos que vienen del exterior.
Otros proyectos son salir del reciente Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, TPP, que une a 13 países del continente americano y asiático y revisar en un plazo de 200 días el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN, vigente desde 1992 entre Estados Unidos, México y Canadá. Ninguno de los dos sirve, afirma Trump, empobrecen a la clase trabajadora, lo cual es cierto. También Hillary Clinton había afirmado que el Transpacífico generaría riquezas sólo para el sector empresarial, aunque estaba dispuesta a mantenerlo. Todas medidas, las de Trump, que ponen en tela de juicio el entramado de una globalización neoliberal.
El sector empresarial y el de las finanzas empezaron a inquietarse. Trump acaba de patear el tablero. El dueño actual de la Ford afirmó que no va a desmontar una enorme fábrica que tiene en México, es más, va a poner en funcionamiento otra. Afirma que la medida de cargar de aranceles a sus productos impactaría negativamente en la economía estadounidense. La Unión Europea frente al aislacionismo de Trump ha decidido no proceder a la firma del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, TTIP, con los Estados Unidos hasta tanto se aclare si la tendencia queda como algo latente o se convierte en hecho consumado.
El mundo que fue
No todo pasado fue mejor. En el mundo de Obama se estaba asistiendo a una lucha por el poder a nivel global. Los Estados Unidos, tratando de reconstruir una hegemonía perdida, estaban aplicando la estrategia del cerco a las dos potencias que pudieran hacerle sombra, una Rusia resurgida de sus cenizas y una China a un tris de ser la más grande potencia del mundo.
Los conflictos en Medio Oriente, la revolución de los colores y luego el conflicto ucraniano, la expansión de la OTAN hacia las fronteras de Europa Oriental, las sanciones impuestas a Rusia hubiesen tenido que dificultar el ascenso de este país. En cambio, para impedir la avanzada comercial de China en todos los continentes, los Estados Unidos empezaron a tender un doble cerco geográfico de tipo comercial y militar desde el Océano Pacífico y desde Asia central por donde pasaría la antigua ruta de la seda. El instrumento comercial es el TPP y el militar es la convulsión en Medio Oriente además de la militarización del Pacífico en proximidad del Mar de la China, área de expansión del gigante asiático.
Esta estrategia dio como resultado el aumento de tensiones a nivel mundial, una escalada en la confrontación con Rusia, la diseminación de los conflictos y del terrorismo y en lo referente a América Latina, un disciplinamiento.
Los procesos de injerencia desembocaron en la Alianza Pacífico de libre comercio con derivaciones en programas de salud, educación, seguridad y militar entre países de la costa oeste del continente; en una avanzada del Comando Sur, en desestabilizaciones, en golpes de estado blandos y en el emplazamiento de gobiernos de empresarios afines al ideario estadounidense que reducen a los mínimos términos la intervención del Estado y manejan Estado y sociedad como si fuesen una empresa con resultados adversos para las poblaciones.
Detrás de los Estados Unidos, está el verdadero poder, el financiero en fase de mayor concentración, que mueve los hilos de una avanzada neoliberal, neoconservadora y neocolonialista hacia una gobernanza mundial.
Ésta es la herencia que iba a recibir Hillary Clinton, artífice de la misma durante su paso por la Secretaría de Estado de la presidencia Obama, y que iba a mantener y profundizar.
Pero… llegó Trump. El escenario ¿cambiará? y si cambia, ¿de qué manera?
El mundo que vendrá
Cada cuatro años luego de las elecciones presidenciales, el Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, NIC, presenta un informe al presidente electo, con las tendencias globales para los años venideros. En el último del 2012, se presentaron cuatro posibles escenarios hasta el 2030[v]. Uno de ellos era una muy buena representación de lo que se está viviendo y hacia adónde se iba, mezclada con algunos elementos de otros dos escenarios vislumbrados. Con la llegada de Trump y la posibilidad de que entre en crisis la globalización como la conocemos, es posible que otro escenario previsto, el peor según los expertos, se haga realidad.
En síntesis,unos Estados Unidos y una Europa volcados hacia adentro sin más interés en asumir el liderazgo mundial, el estancamiento de las economías, un sistema político estadounidense que no logra abordar sus retos fiscales, la tendencia a la desintegración de Europa; los problemas en Asia con la desaceleración económica prevista de China e India, la tendencia mundial al separatismo y al proteccionismo, las barreras cada vez más fuertes que pueden impedir comercios y viajes internacionales, barreras que los países más ricos podrían imponer a los más pobres, el resquebrajamiento de la globalización, sin que se llegue a firmar su acta de defunción, todo ello dibuja un escenario muy complejo, inestable, con riesgos de guerras interestatales. Un escenario de un mundo al borde del abismo.
Los ingredientes “trumpianos”para este escenario están, lo cual no significa que el otro escenario con Hillary Clinton pintara mejor. Los roces crecientes sobre todo con Rusia podían llegar a tener desenlaces desafortunados, y guiaban al mundo hacia un caos, ese caos que no habría que eliminar, sino administrar para dominar mejor. Con Trump las relaciones con Rusia se van a poder descomprimir, pero, si para Clinton el enemigo era Rusia, para Trump es China y las tensiones con otros países pueden subir de nivel, como por ejemplo con Irán, actor de gran importancia en el tablero medioriental[vi]. Las complicaciones están a la vista, quizás cambien de color y contenido, pero siguen estando y varios elementos del viejo escenario se fusionarán con los elementos del nuevo.
Si Trump es la medicina que nos salva de una globalización salvaje que se engulle hombres y planeta, no se puede olvidar que esa supuesta salvación está envenenada por el odio, la intolerancia y el revanchismo que recurre el mundo. Si bien varios analistas, muy dolidos por lo que pasa, opinan que no hay que condenar a los pueblos por sus elecciones surgidas de los atropellos y que hay que saber comprender, habría que poner sobre aviso a los pueblos, que el camino emprendido hacia la recuperación de glorias e identidades y dignidades no puede estar plagado de una retórica fascista y discriminatoria que quita al otro la identidad y la esencia del ser humano
[i] La candidata por el Partido Verde, JillStein, pidió el recuento de los votos en tres estados, Wisconsin, Pennsylvania y Michigan. En caso de que ganara Clinton en estos dos últimos estados, Trump no llegaría al número mínimo de Grandes Electores (270) necesarios para asegurarse la presidencia.
[ii]En unprimer momento parecía que Carson iba de ministro de Educación. En tal caso iba a proponer redimensionar en los textos escolares el espacio dedicado al Islam e iba a amenazar con eliminar los subsidios a las escuelas que promuevan “prejuicios antinorteamericanos”.
[iii]Breitbart News tiene el proyecto de abrir un espacio digital similar en Europa. Para ello está convocando periodistas declaradamente de derecha del viejo continente.
[iv] Los intendentes de los llamados “santuarios de la inmigración”, es decir de las ciudades que tienen un alto porcentaje de inmigrantes ilegales, salieron en defensa de los indocumentados y han hecho saber que no acatarán ninguna medida en contra de ellos. El intendente de Nueva York afirmó que hasta borrarían los listados de ilegales que tienen sus dependencias administrativas, para que no sean rastreados por las autoridades migratorias.
[v] National Intelligence Council (2012), Global Trends 2030: Alternative Worlds, enhttps://globaltrends2030.files.wordpress.com/2012/11/global-trends-2030-november2012.pdf
[vi]Flynn y Pompeo están netamente en contra del acuerdo bilateral entre Estados Unidos e Irán sobre el uso de la energía atómica, que fue una iniciativa del presidente Obama no ratificada por el Congreso y que puede por lo mismo caer, ya que el Congreso está en manos republicanas.