Crimen organizado, terrorismo, injerencia de Rusia, China e Irán que socavan valores compartidos por Estados Unidos y el resto del continente, son las amenazas que hay que enfrentar en América Latina de acuerdo a la óptica estadounidense. Por ello el Comando Sur se propone recuperar protagonismo conformando redes militares y de inteligencia con las demás agencias estadounidenses y con los países socios y aliados en una proyección regional y extracontinental que encubre un juego de poder a nivel mundial en el que se verían envueltos los países de América Latina y el Caribe.
Introducción
Volver a ganar el terreno perdido. Ésta es la consigna claramente expresada por el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur (USSOUTHCOM), en la relatoría presentada ante el Comité de Servicios Armados del Senado estadounidense el 6 de abril de este año[1].
Del documento se desprende que la supuesta pérdida de peso específico en América Latina y el Caribe tiene como grandes responsables a los mismos Estados Unidos, que han provocado una sensación de abandono y retirada en los países socios de la región. Esto se debe a una ausencia de claridad respecto de las prioridades de Washington, de la importancia que tiene América Latina para los Estados Unidos y del compromiso profundo del país del norte para con la región, más que a la intromisión, expansión y reforzamiento del accionar de actores internos y externos.
Se asistiría por lo tanto a una merma del liderazgo de Washington, que redundaría en un debilitamiento de los valores y principios americanos e interamericanos que estarían siendo socavados por no estar suficientemente protegidos y promovidos[2].
Según el Comando Sur la región mantiene con los Estados Unidos fuertes vínculos relacionados con la cultura y los valores compartidos, además de una vecindad geográfica y un constante flujo de mercancías, personas e información a lo largo de todo el continente. Cualquier problema y fenómeno adverso que crea escenarios de desestabilización e inseguridad al sur de la frontera, termina por tanto por afectar al país. Por ende se vuelve necesario dar una mayor atención a esta parte del mundo puesta en segundo plano en la agenda exterior de Washington, que prioriza otras regiones y volver a recrear confianza en los socios que han visto disminuir la presencia militar en las embajadas, la reducción de las plataformas interagenciales, además del número y magnitud de los ejercicios militares, y una limitación en la capacidad de interactuar con los aliados.
La situación se fue generando a través de los años por los recortes financieros al Comando Sur. En el 2014 el general John F. Kelly, su comandante en aquel entonces, se vio obligado a aplicar un recorte del 20% en presupuesto y personal, evaluado como pernicioso para los intereses y la seguridad nacional, puesta en entredicho por una mala evaluación o “falta de conciencia” de las amenazas que acechan el continente y la poca preparación para responder en caso de que éstas llegaran a provocar una crisis.
La falta de presupuesto siguió siendo tema de quejas a comienzo del 2017, a pesar de los paquetes de ayuda suplementaria a Centroamérica durante la administración Obama y el anuncio del presidente Donald Trump de un aumento del presupuesto militar para el 2018[3]. El aumento posiblemente beneficie también al Comando Sur que pone el acento en la seguridad de la nación desde un territorio contiguo y amenazado, según la perspectiva militar, por fenómenos que pueden destruir el trabajo realizado en años de construcción de una Alianza para las Américas[4] de responsabilidades compartidas, colaboración entre iguales y unificación de intereses y valores.
América Latina y el Caribe bajo la lupa del Comando Sur
En el 2016 la evaluación del continente latinoamericano de parte del Comando Sur no fue del todo benévola. Se reconocía que no existe riesgo de conflictos armados entre países; que los diferendos limítrofes se canalizan diplomáticamente para su resolución; que hubo un crecimiento de la clase media que exige transparencia y gobiernos capaces de ofrecer los servicios prometidos; que las fuerzas de seguridad y militar están profesionalizándose cada vez más; que hay más respeto por los derechos humanos, más democracia y que hay un interés específico en la colaboración con Estados Unidos.
Al mismo tiempo se señalaba la persistencia de problemáticas como la de la desigualdad, del desempleo crónico, de las limitadas oportunidades económicas, de la corrupción devastadora para las instituciones, máxime las de seguridad, de la ausencia del estado, la fragilidad institucional, los bajos niveles de gobernabilidad y un estado de derecho debilitado. En resumen la existencia de democracias de baja intensidad.
Se reconocía que este panorama poco alentador era el caldo de cultivo para que se desarrollen fenómenos definidos como “amenazas” que provocan inestabilidad e inseguridad social, nacional y hemisférica. Estas amenazas, cuyas clasificación y medición en grado de peligrosidad fueron variando a lo largo de los años de acuerdo a su evolución, siguen vigentes hasta hoy a pesar de los esfuerzos (evidentemente fallidos) para contrarrestarlas de parte del Pentágono. A ellas se fueron sumando otros fenómenos que alcanzaron la categoría de amenazas para los Estados Unidos, y que fueron apareciendo recientemente en el horizonte. En su conjunto se tornaron en el centro de las preocupaciones del Comando Sur y alrededor de ellas se van organizando las estrategias y los planes de intervención para circunscribirlas, contenerlas, eventualmente eliminarlas y en determinada circunstancias reducir los daños que ocasionan.
Hoy las amenazas -que remplazaron el concepto de enemigo, caído en desuso a partir del derrumbe de la Unión Soviética y que determinó la revisión de doctrinas militares y la elaboración de nuevas acordes a un escenario internacional novedoso e impulsó el rediseño del aparato militar puesto en entredicho por la ausencia de enemigos a la vista[5]– pueden ser clasificadas como voluntarias algunas, involuntarias otras[6]. En América Latina y el Caribe las amenazas son de ambas clases.
Un continente amenazado
La primera amenaza sobre la cual se concentró el Pentágono por décadas fue el narcotráfico hoy devenido en crimen organizado, al que se fueron añadiendo paulatinamente las catástrofes naturales, las crisis humanitarias y finalmente el terrorismo, cuada cual con sus consecuencias específicas sobre sociedades, gobiernos latinoamericanos y caribeños y la seguridad estadounidense. A éstas se sumaron en los últimos tiempos, las injerencias e influencias de tres países extracontinentales, Rusia, China e Irán y situaciones políticas estimadas como desestabilizantes al interior de la región.
Crimen organizado
En la actualidad ya no es el tráfico de drogas la única preocupación del Comando Sur, sino las redes transnacionales del crimen organizado que traspasan fronteras, acumulan poder y dinero, desafían institucionalidad, siembran violencia y corrupción y pueden, por su capacidad y alcance, socavar los intereses de los estados incluyendo a los Estados Unidos en varios dominios y en muchas regiones, más allá del ámbito geográfico de influencia del Comando Sur. Según el diagnóstico de esta institución militar, existe una propagación de empresas delictivas que además de inundar el mercado consumidor de Estados Unidos de heroína, metanfetaminas y cocaína, así como el de Europa, vía África y el de Australia, se dedican al contrabando de precursores químicos provenientes de distintos lugares del planeta, incluyendo China, a la minería ilegal de oro en Guyana, Perú y Colombia o se han convertido en empresas multi-rubro que se dedican al secuestro, a la extorsión, al sicariato, al lavado de dinero, al tráfico de armas y de personas.
Instituciones débiles, sistema financiero interconectado, desarrollo del transporte y la comunicación y el aprovechamiento de las grietas del sistema permiten una acumulación de poder y riqueza integrado a nivel mundial, lo cual constituye una amenaza muy seria a la seguridad nacional, agravada por la penetración de los grupos criminales al interior de los Estados Unidos o la conexión de éstos con grupos existentes al norte de la frontera mexicana[7].
Los corredores creados por la criminalidad organizada son vías de posible uso de otros actores que amenazan la seguridad, los miembros de organizaciones terroristas. Hasta el momento se desconoce si existe una colusión real entre criminalidad y terrorismo, de todas formas el Comando Sur sugiere esta posibilidad y alerta sobre el hecho que sobre estos corredores es posible que no exista un control total y absoluto de parte de los grupos criminales. Esta situación podría ser aprovechada por las otras organizaciones arriba mencionadas, para introducir elementos terroristas y/o armas de destrucción masiva, químicas, bacteriológicas a usarse en atentados en territorio estadounidense[8], lo cual representaría el peor de los escenarios.
El terrorismo
El terrorismo se ha vuelto el tema que preocupa y ocupa a los seis Comandos estadounidenses esparcidos por el mundo, entre ellos el Comando Sur. Éste habría detectado la presencia de dos organizaciones de esta clase en el continente, el Estado Islámico, ISIS, y Hezbollah, la milicia chiita libanés, que integra con el ISIS el listado de las organizaciones terroristas elaborado por los Estados Unidos.
Se señala al ISIS como al reclutador de milicianos, mediante un proceso de adoctrinamiento en Centro y Sudamérica. Se habrían detectados yihadistas que fueron a Siria desde Trinidad Tobago, que habrían invitado a la población musulmana a seguir su ejemplo y a unirse a las filas de los combatientes. El temor del Comando Sur es por un lado la posible radicalización de residentes en América Latina y la posibilidad que franqueen la frontera estadounidense y por el otro el regreso de milicianos de Medio Oriente, entrenados para cometer atentados.
Hezbollah en cambio estaría dedicándose a crear infraestructura en el continente, recaudar armas y apoyar a la organización en Medio Oriente con fondos producto de actividades ilícitas. Hay que destacar que Hezbollah aparece con frecuencia en los informes sobre presencia terrorista en América Latina, en especial en la zona de la Triple Frontera, Brasil-Paraguay-Argentina, donde según la inteligencia norteamericana se habrían detectado células dormidas sucesivamente de Hamás, al-Qaeda y finalmente Hezbollah. Para monitorear las actividades de estas organizaciones se conformó en el 2002 el Grupo 3+1 de inteligencia conformados por Brasil, Paraguay y Argentina (3) más Estados Unidos (1).
La mención a Hezbollah, muy activo en el escenario bélico de Siria, donde combate al lado del ejército del presidente sirio al-Assad conjuntamente con Rusia y Turquía en contra del ISIS, nos remite a Irán, por los vínculos existentes entre la organización y el gobierno de Teherán, acusado de ampararla. E Irán es uno de los tres países cuya presencia por estas tierras no es de agrado de Washington.
Irán, Rusia y China
Irán despliega en el continente una amplia gama de actividades en un intento de reestablecer lazos. Son diplomáticas, científicas, tecnológicas y económicas. Abre centros culturales, se calculaba que en el 2015 había unos 80, y estaría formando una red que respondería a los intereses de esa nación que no son consideradas del todo inofensivas de parte de las autoridades norteamericanas, por las relaciones con Hezbollah, arriba mencionadas.
Decididamente ofensiva e intimidante resulta ser en cambio la progresiva presencia de Rusia, denunciada desde cuando se detectaron actividades supuestamente científicas, que posiblemente encubrían recolección de datos de inteligencia llevadas a cabo por buques rusos. Desde mediados de diciembre del 2014 en menos de doce meses hubo cuatro despliegues navales rusos para estudios e investigaciones oceanográficas en la costa este de Centroamérica y el Caribe e hídricas en Nicaragua, donde obtuvieron del gobierno local permiso de anclaje. Siempre en Nicaragua Rusia emprendió la construcción de un centro de entrenamiento policial antinarcóticos de carácter internacional y cobertura regional, algo evidentemente inadmisibles para Estados Unidos, que se ve desplazado en una de las actividades centrales que justifican el despliegue militar propio y de los países de la región bajo su tutelaje en la llamada guerra contra las drogas. Rusia además alentó y entregó financiación para la producción de vacunas y medicamentos para el área centroamericana, una interferencia más en las labores de ayuda humanitaria del país del norte, realizada por el Comando Sur. En lo referente al sector propiamente militar, los rusos entregaron tanques a Nicaragua, lo que determinaría un desequilibrio de fuerzas en Centroamérica, que provocaría desvío de fondos hacia el sector militar de parte de los países vecinos, para paliarlo.
A estos hechos se suma la propaganda rusa que, a través de RT-Español y la agencia Sputnik, difunde noticias desvirtuadas en un claro intento, según Washington, de crear un sentimiento antinorteamericano en todo el continente.
El Comando Sur opina que la inserción de Rusia en Sudamérica responde a la búsqueda de parte de este país de recobrar el peso y el rol de gran potencia que tenía a nivel mundial mediante un enfoque holístico, que por su misma naturaleza debe ser contrarrestado de forma integral y transregional.
China, la gran competidora a nivel mundial de los Estados Unidos en tanto que potencia económica, apunta con su diplomacia a intercambios comerciales, compra de materia prima e inversiones millonarias para infraestructuras, todas actividades que convierten a este país en un rival de Norteamérica en el sector comercio, más ayuda humanitaria. La potencia oriental está implementando programas espaciales, de energía atómica y redes de comunicación, lo cual plantea problemas de seguridad desde la óptica estadounidense, conjuntamente con financiación a ejércitos regionales, ventas de armas no atadas a cláusulas restrictivas y formación gratuita.
China tiene la tendencia a priorizar los compromisos con los organismos regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, que no cuenta entre sus miembros a los Estados Unidos y avanza, mediante estas relaciones, en la reforma de las instituciones económico-financieras a nivel internacional, lo cual puede hacer trastabillar el andamiaje de un proyecto neoliberal a ultranza, cuya expansión es el objetivo primario de los Estados Unidos y de las corporaciones que están detrás del poder político de ese país.
Los focos de desestabilización en el continente
Venezuela es la gran protagonista. El análisis del Comando Sur se centra en la debacle económica debida en parte por la baja del precio del petróleo, las penurias de alimentos y medicamentos, la devaluación, la violencia. Implícita está la condena al gobierno de Maduro, directamente responsabilizado de mal desempeño que habría llevado el país a la destrucción. Un gobierno al que se acusa y condena sin apelación de encarcelar opositores, mandar a reprimir las protestas callejeras y violar los derechos humanos, mostrando su rostro antidemocrático, en sintonía con la versión de la oposición.
Si bien en un documento del Comando sur del 2016 se afirma que no hay en América Latina ningún país que es una amenaza directa a los Estados Unidos, no hay que olvidarse que en marzo del 2015 el Presidente Obama emitió una orden ejecutiva de emergencia nacional por “amenaza inusual y extraordinaria” a la seguridad nacional y a la política exterior de su país, por parte de Venezuela. Se decretaron sanciones contra siete funcionarios, todos policías y militares de alto rango por violación de los derechos humanos y actos de corrupción.
Ante la situación de inestabilidad y la creciente crisis económica y humanitaria, a comienzo del 2017, el Comandante Tidd deslizó la propuesta de una posible respuesta regional[9], que dio lugar a especulaciones alrededor de una eventual intervención militar directa o la aplicación de la Carta Democrática impulsada por el Secretario de la OEA, Luis Almagro, en aparente y por supuesto desmentido contubernio con el Comando Sur[10].
Otro país, que se menciona y por primera vez en los últimos años por posibles crisis, es Bolivia por problemas de falta de agua y las protestas callejeras, lo cual significa que este país se encuentra actualmente al centro de la atención del Comando Sur[11].
Las amenazas involuntarias
El continente está expuesto a amenazas involuntarias, catástrofes naturales, terremotos, inundaciones, tornados, huracanes y epidemias. Efectivamente ese tipo de fenómenos son independientes de la voluntad humana, sin embargo muchos de ellos son el resultado del accionar humano e irresponsable sobre el planeta.
Para el Comando Sur las consecuencias de estos fenómenos agravan situaciones ya de por sí deterioradas, por lo tanto se han armado programas de intervención en catástrofes y ayuda humanitaria con la participación de distintas agencias y organizaciones de la sociedad civil de Estados Unidos, de los países receptores y empresariado.
Muy activa es USAID, una ONG que recibe financiación estatal y que es conocida en toda América Latina y en otros continentes por su participación en programas dirigidos a comunidades con objetivos de desarrollo económico, empresarial, social, educativo y de capacitación. Es una entidad sospechada y acusada de recabar información sensible sobre poblaciones, lugares, tendencias, que sería aprovechada por los organismos de inteligencia y militares y de vehicular una ideología acorde a un desarrollo capitalista que incide negativamente en tramas sociales y culturales de las comunidades receptoras de la ayuda.
Detrás de la preocupación por situaciones límite determinadas por accidentes naturales que pueda vivir una población, es evidente de los documentos oficiales que el problema mayor para los Estados Unidos es el flujo migratorio que se puede desencadenar[12]. No se trata sólo de la cantidad de individuos en busca de refugio, el problema, sugiere el Comando Sur, está en la probabilidad de que las “personas de interés”, es decir todos aquellos sospechosos de pertenecer al crimen organizado o a los grupos terroristas, ingresen a territorio estadounidense aprovechando las olas migratorias.
Eso hace que también la atención del Comando Sur se dirija hacia las amenazas involuntarias por hacer peligrar la seguridad no sólo de las naciones afectadas, sino también de los mismos Estados Unidos. Por tanto se ha diseñado una política de intervención directa, al mismo tiempo que se contemplan programas de capacitación e instalación de centros de ayuda humanitaria dislocados en zonas vulnerables para que se cumpla con uno de los requisitos de seguridad, que es contener y evitar las migraciones[13].
Ante este escenario, tal como lo presenta el Comando Sur, la institución militar tiene diseñada sus estrategias.
Las estrategias
Los desafíos son múltiples de naturaleza transregional, multidominio y multifuncional y múltiples son las estrategias con una matriz única aunque diversificada, la militar.
A partir del 2016 hubo modificaciones a las estrategias clásicas enfocadas más bien a combatir el tráfico de drogas. Ya no se trata de una lucha contra el narcotráfico, sino de una lucha contra las redes de amenazas transnacionales y transregionales, las T3Ns. Para ello se crearon equipos multifuncionales que abarcan tres áreas que se enfocan en “contrarrestar” (las redes de amenazas), dar “respuesta rápida” y finalmente “cimentar relaciones”.
Para “contrarrestar” se construyó y se sigue construyendo una red que integre la experiencia y las competencias adquiridas por el Comando Sur y los socios interinstitucionales y regionales. Con esta finalidad se ha formado una multiplicidad de “Comunidades de interés”, las COI. Estas están constituidas por agencias de los Estados Unidos que se reúnen cada semana para compartir datos de inteligencia e información. A una de estas Comunidades, la de Centroamérica la CENTAM-COI se está sumando el Comando Norte, por los éxitos que ha tenido en la protección de la seguridad en la frontera sur de Estados Unidos.
Al mismo tiempo se ha formado un equipo de analistas contra las redes de amenazas (counter-T3N cross-directorate team) que trabaja con los socios interagenciales y cruza la información que facilita el análisis y las operaciones de inteligencia. El Comando al que pertenece este equipo, el C-T3N, tiene la tarea de detener el flujo de las “personas de interés especial” (terroristas y criminales de alta monta) y los combatientes terroristas extranjeros. Su sede se encuentra en Doral, Florida.
Por las tareas de inteligencia asumidas, el Comando Sur ha visto necesario asociarse con el conjunto de la Comunidad de Inteligencia para integrar fuentes sin clasificar, medios de comunicación social e información de dominio público en una base de datos, que permita caracterizar mejor los entornos relacionados con la seguridad e intercambiar datos de inteligencia con los socios regionales e interinstitucionales. Además provee apoyo al Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security) para cumplir con la Estrategia Nacional para Combatir el Terrorismo, (National Strategy to Combat Terrorist Travel Act 2016)[14].
La Fuerza de Tarea Interagencial Conjunta-Sur (Joint Interagency Task Force–South, JIATF-S) subordinada al Comando Sur con sede en Key West, Florida, y con vasta experiencia en detección y monitoreo del tráfico de drogas, irá ampliando su ámbito incluyendo otros fenómenos delictivos como el lavado de dinero a nivel global, el contrabando de dinero en efectivo en gran escala y otros ilícitos.
El andamiaje que involucra la asociación interagencial entre organismos estatales, se va completando con otras asociaciones en el hemisferio. La asociación o “partnership” con agencias extranjeras siempre fue unos de los objetivos estratégicos de los seis Comandos estadounidenses que cubren las áreas en las que los Estados Unidos han dividido del planeta. En el caso del Comando Sur, bien se podría hablar de tres distintos niveles de “partnership”.
El nivel más bajo es la asociación puntual en ejercicios, simulacros, intervenciones y actividades de capacitación en seguridad promovidas por el Comando con la intencionalidad de entrenar las fuerzas de los socios y las propias. En el segundo nivel, los socios actúan e interactúan entre ellos bajo el tutelaje del Comando, pero sin participación del mismo. En América Central el 50% de las actividades de interdicción marítima están siendo llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad y militar de los países del istmo. En el tercer nivel los socios actúan a la par del Comando en tareas encomendadas por esa institución.
También con los socios del continente se adopta el enfoque de red para una mayor efectividad y para tener alejadas las amenazas y prevenirlas lo más lejos posible de las fronteras estadounidenses, además de fomentar una red de socios para contribuir a la seguridad internacional, involucrándolos con otras fuerzas multinacionales por fuera de las fronteras, internacionalizando su rol. De esta forma, por ejemplo, a través de la Iniciativa Global de Operaciones de Paz, se han enviado fuerzas de paz de Guatemala y Uruguay a República Democrática del Congo y a Haití, de Paraguay a África, Haití, Chipre y Colombia; efectivos de El Salvador en misión ONU en Mali y de las Fuerza Aérea de Perú a República Centroafricana.
Chile participa anualmente y pronto será el líder de los ejercicios Rim of the Pacific, RIMPAC, organizados por el Comando del Pacífico, USPACOM. Colombia[15], que se ha convertido en el país con una experiencia en lucha antinarcóticos y guerrillera que está siendo aprovechada por el Comando Sur en los distintos foros y cursos de capacitación en América Latina, a su vez lidera un esfuerzo para conformar un bloque de naciones de la Alianza Pacífico para el simposio Naval del Pacífico Occidental y está ampliando la cooperación en materia de defensa con Corea del Sur, Japón y posiblemente con Vietnam. Brasil está cooperando con África occidental por la seguridad marítima y en contra del comercio ilícito entre los dos continentes.
Con USPACOM el Comando Sur mantiene estrechas relaciones. En el 2018 se realizará una reunión a la que estarán invitados aliados y socios sobre temas de seguridad y redes de amenazas transregionales para el área Asia y Pacífico. Comparte inteligencia no sólo con el Comando arriba mencionado, sino también con el Comando Europeo, USEUCOM y con el Comando Central, USCENTCOM a raíz de la presencia de Rusia y China en el continente, sobre la cual informa directamente al Departamento de Defensa.
Las actividades
Son múltiples y más allá de los ejercicios tradicionales como PANAMAX (respuesta a ataques contra estructura crítica, migraciones masivas, crisis humanitarias, desastres naturales, evacuación de ciudadanos estadounidenses), TRADEWINDS (desastres naturales y amenazas marítimas), BEYOND THE HORIZON (asistencia civil) y NEW HORIZONS (asistencia humanitaria y cívica), existe movimiento de tropa en el continente. Hay fuerte presencia de marines en Perú en el VRAEM, valle de Apurimac para entrenamiento antiguerrilla y antiterrorista y al finalizar el año habrá la implantación de una base “temporaria” de Estados Unidos en la selva amazónica brasileña para ejercitaciones en la Triple Frontera entre Brasil, Perú y Colombia, sólo para citar algunos ejemplos.
No todas las actividades son puramente militares. El entrenamiento a las fuerzas de seguridad prevé, además de un entrenamiento militar[16], capacitación sobre los distintos aspectos del crimen organizado y el lavado de dinero, dirigidos también, aunque de forma diferenciada, a los fiscales del continente en un intento de homogeneizar el pensamiento jurídico para que responda a una sola lógica, la estadounidense. Para ello existe la Academia internacional para el cumplimiento de la ley, ILEA que funciona en El Salvador, aunque las fuerzas de seguridad reciben capacitación también en otros sitios.
Más allá de los objetivos declarados
Movimiento de tropas, diseminación de infraestructura militar desde bases, Centros de Seguridad Cooperativa, radares, pistas de aterrizaje, acceso a bases y a otra infraestructura (puertos, aeropuertos) de países socios con los que los Estados Unidos han firmado tratados de libre comercio, que abren las puertas a acuerdos militares; centro de investigación científica con personal militar como el que se quiere abrir en Tierra del Fuego en Argentina; centros de ayuda en caso de catástrofe y ayuda humanitaria, sospechadas de ser centros de inteligencia; misiones militares para preparación y entrenamiento a cargo también de otras agencias como la de los reservistas que conforman el personal de las Guardias Nacionales; las redes de inteligencia e información que incluye el continente americano y los otros continentes y se alimenta también de la presencia de la Mossad de Israel, la mejor inteligencia del mundo; la participación en los ejercicios de fuerzas militares europeas, presente en las maniobras por tener territorios ultramar en zonas caribeñas o en el Atlántico sur (Francia y Países Bajos y Gran Bretaña); las ayuda al desarrollo, construcción de escuelas y hospitales y atención médica con participación de civiles, empresarios, ONGs y organizaciones de la sociedad civil; la participación de centros de excelencia en investigaciones médicas y de prevención de crisis relacionadas a la violencia (inteligencia); todo esto constituye un andamiaje, que permitiría, de acuerdo a los objetivos del Comando, garantizar seguridad para todo el hemisferio, liberándolo de las amenazas y creando confianza entre socios y población, a veces un tanto reacia a aceptar presencia estadounidense, para que prosperidad, democracia, respeto por los derechos humanos y paz (aunque sea paz armada), en la acepción que a estos términos le confieren los Estados Unidos, habiten el continente.
Sin embargo, detrás de los objetivos declarados asoman otros que se traslucen en los documentos del Comando Sur y que no consisten solamente, como muchos expertos sostienen y con razón, en establecer un control territorial que permitiría a los Estados Unidos el acceso a los recursos del continente.
Lo que está en juego tiene una dimensión planetaria. Estamos asistiendo a una confrontación entre dos visiones del mundo, la unipolar y la multipolar, la que representa la supremacía del capital financiero globalizado y excluyente, el que sólo necesita para su óptimo funcionamiento una tercera parte de la humanidad (las otras dos sobran), al capital productivo más incluyente, representado por China en su alianza con Rusia. La presencia de estos dos países en el continente con su avanzada comercial China y más militar Rusia ponen en riesgo el proyecto neoliberal y conservador de los Estados Unidos en un territorio sobre el cual quieren ejercer su influencia sin aceptar otras foráneas.
La presencia de las amenazas reales (criminalidad organizada que habría que enfrentar con otras políticas), probables o ficticias (el terrorismo islámico) permiten involucrar a los países de América Latina en conflictos extendidos, extra regionales y transcontinentales para frenar el avance de estos países, sobre todo de China, tendiéndole un cerco a través del océano Pacífico, lugar de expansión natural del país asiático.
La consigna por lo tanto es reconquistar el terreno perdido, eliminar todo lo que se interpone en el esfuerzo (los gobiernos progresistas) de recuperar una hegemonía absoluta que ellos mismo consideran perdida y disciplinar gobiernos y sociedades utilizando entre otros instrumentos a redes militares y de inteligencia manejadas por el Comando Sur y el Comando Norte en estrecha alianza en un proyecto de alcance mundial.
[1] Posture Statement of Admiral Kurt W. Tidd Commander, United States Southern Command befor the 115th Congress Senate Armed Services Committee 6 April 2017, en https://www.armed-services.senate.gov/imo/media/doc/Tidd_04-06-17.pdf
[2] La mención al “desengagement” ha sido puesta de relieve ante la misma Comisión en el 2015 por el antecesor de Tidd, John F. Kelly.
[3] El presidente Donald Trump anunció en febrero de este año el aumento del 9,27% para el presupuesto militar equivalente a un incremento de 54.000 millones de dólares, sobre un total de 600.000 millones que es el actual gasto en defensa. Es el mayor aumento otorgado al sector desde el 11-S. Deberá ser aprobado por el Congreso.
[4] Posture Statement of Admiral Kurt W. Tidd Commander, United States Souther Command befor the 114th Congress Senate Armed Services Committee 20 March 2016, en https://www.armed-services.senate.gov/imo/media/doc/Tidd_03-10-16.pdf
[5] En esta doctrina conocida como doctrina de los Ataques Preventivos o Guerra Preventiva, cuyos fundamentos se encuentran en «Rebuilding America’s Defences” parte del Project for the New American Century, entre las amenazas se computan los estados llamados “fallidos” que no pueden autoadministrarse y los estados que integran al “eje del mal”, expresión resucitada recientemente por Donald Trump. Son estados que no respetan Derechos Humanos, que son poseedores de armas de destrucción masiva y que amparan al terrorismo. Entre estos últimos se encontraría Irán en la óptica norteamericana.
[6] Las amenazas voluntarias son aquellas provocadas intencionalmente por el ser humano. Las involuntarias se manifiestan independientemente de la participación del hombre.
[7] Según lo afirmado por el General John F. Kelly, dentro de las Maras, organizaciones delictivas juveniles muy violentas de Centroamérica, la salvadoreña M-13, tendría filiales en 42 estados de los Estados Unidos. En http://www.defenseinnovationmarketplace.mil/resources/SOUTHCOM_POSTURE_STATEMENT_FINAL_2015.pdf
[8] Hasta ahora se tiene noticia de personas provenientes de Medio Oriente que habiendo ingresado a Brasil habrían llegado a los Estados Unidos con la complicidad de miembros de alguna organización que se dedica al tráfico de personas. Arrestados por la Guardia Nacional sólo uno quedó a disposición de las autoridades por figurar en el listado de personas “de interés”, es decir sospechosa de vínculos con organizaciones terroristas, aunque haya discrepancias en sus datos biométricos. Las demás fueron dejadas libres por un error en la base de datos.
[9] “The growing humanitarian crisis in Venezuela could eventually compel a regional reponse”. Posture Statement of Admiral Kurt W. Tidd Commander, op.cit.
[10] Se dio a conocer en el 2016 la traducción de un supuesto Documento del Comando Sur, “Venezuela – Freedom 2” con los planes detallados para desestabilizar al país mediante la aplicación de estrategias e instrumentos previstos por la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación. El documento es inaccesible en su versión original en inglés. Su autenticidad ha sido negada por la Coronel Lisa García perteneciente al Comando Sur.
[11] Es llamativo que los países que podrían desestabilizar áreas continentales son aquellos que tienen gobiernos llamados populistas, y que no se señalen gobiernos acusados hasta internacionalmente de corrupción (la corrupción es una de las grandes preocupaciones del Comando Sur), que avanzan sobre los derechos de población y clase trabajadora (el Comando Sur tiene como bandera la defensa y el respeto por los Derechos Humanos), que han llegado al poder mediante golpes que aunque sean institucionales siguen siendo golpes, no merecen ningún señalamiento, más bien son considerados socios y aliados.
[12] El país ya se confrontó a una crisis determinada por una masiva inmigración que incluyó a más de 50.000 niños no acompañados y sin papeles que en este caso huían de condiciones económicas desastrosas y de una ola de violencia sin precedentes.
[13] USAID y el Departamento de Estado tienen un programa de cinco años en Centroamérica de desarrollo con la finalidad de atacar de raíz las causas de las migraciones.
[14] Mediante estos mecanismos interconectados, en el 2016 se llevó a cabo la Operación Citadel que logró desmantelar una red de traficantes de personas e identificar migrantes que posiblemente representen una amenaza a la seguridad nacional.
[15] Colombia es el socio más importante en el continente. Los Estados Unidos siguen apoyándolo en la transición hacia la paz definitiva y el desmantelamiento de las guerrillas y con un programa US – Colombia Plan de acción para la seguridad regional, USCAP, contra las redes narcotraficantes. Además quieren reforzar su rol en tanto que aliado extra-OTAN.
[16] El límite entre defensa y seguridad se desdibujó por la naturaleza de las amenazas, lo que llevó a la militarización de las fuerzas de seguridad y a la securitización de las fuerzas armadas.